martes, 18 de diciembre de 2012

LA CIUDAD POSIBLE


Me parece interesante cómo la pareja presidencial maneja los símbolos de la diversidad cultural. No es infrecuente verlos con alguna vestimenta u objetos que los identifica con una región o grupo étnico. Y lo que en otros podría aparecer como un gesto vacío, en ellos parece adquirir un aire de reivindicación. 

Lo digo porque veo que estos gestos vienen acompañados por acciones. Ahí tenemos Beca 18 que me parece un avance en temas de inclusión social. O Pensión 65. Lo más reciente fue elegir a Gladys Tejeda como nuestra abanderada en Londres. ¿Soy víctima del márketing político?

Puede ser, pero pasa que en un país como el nuestro, tan acostumbrado a invisibilizar y a encasillar rostros como los de Gladys Tejeda, gestos como el del presidente Humala legitiman nuestra diversidad. Dan el mensaje correcto en la dirección correcta, porque a otro nivel pareciera que el Perú no hubiese cambiado en 100 años.

Hace poco estuve con unos periodistas de Estados Unidos que se quedaron perplejos con las páginas sociales de los diarios y revistas limeños. “¡Es del siglo XIX!”, exclamaron. “Es como si en el ‘New York Times’ solo aparecieran judíos”, dijo bromeando uno de ellos. Y puede ser una banalidad, pero son espacios como estos, en la prensa o en la misma TV, donde se ejerce una sutil segregación que termina por deslegitimar a todo un sector pujante de la población.

Pero esta reflexión no tiene nada que ver con justicia. Tiene que ver con la manera cómo potenciamos la creatividad y la capacidad de trabajo de nuestra propia gente, porque una ciudad como Lima necesita hoy de todos sus ciudadanos.

Además, ciudadanos que sean tratados como tales. Solo cuando se empieza a producir ese nivel de reconocimiento podemos conseguir acuerdos comunes sobre lo que es vivir en una ciudad como Lima. Acuerdos sobre calidad de vida, convivencia ciudadana, protección de patrimonio.

Ya lo mencioné antes pero esa aceptación de nuestra diversidad debería tener consecuencias claras sobre las políticas culturales y de patrimonio. En la práctica no se cumple lo que hay porque no terminamos de estar seguros del valor de lo que tenemos.

Pucllana es un buen ejemplo de lo que se puede hacer. Pero es el único de ese tipo en Lima, donde hay más de 350 sitios arqueológicos. De todos, menos del 5% tiene algún nivel de protección y la mayoría se encuentra amenazada por el crecimiento inmobiliario. Pero no solo es lo precolombino.

Que un lugar como Punchauca esté abandonado siendo el espacio más simbólico de la independencia, es fruto de esa ambivalencia que hay respecto a la república. Ambivalencia que ha dejado también al abandono importante legado colonial y republicano.

Y es curioso cómo estas tensiones que vivimos a diario, y que seguimos sin resolver, terminan reflejándose en la manera como tratamos nuestro patrimonio. Por eso son importantes los gestos como los de Gladys, porque legitiman, porque empoderan, porque nos hacen más iguales. Y en ese camino, ganamos todos.

Publicado en El Comercio: 18/7/12 
Foto: El Comercio

2 comentarios:

  1. Interesante el enfoque y válido desde una perspectiva de peruanidad en el sentido que fue planteado por Basadre --entre otros-- pero que sin embargo --en mi opinión-- llega ya demasiado tarde. La afirmación de las identidades postergadas, negadas o invisibilizadas, no va a llegar por un gesto caritativo de quienes manejan el poder...hay procesos en marcha, que apuntan hacia otros horizontes, muy distintos de los que nos ofrece esta perspectiva de inclusión.

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  2. Completamente de acuerdo contigo. Se necesitan más que gestos benevolentes, es cierto.

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