viernes, 19 de octubre de 2012

"LIMA AL DIVÁN O AL CALABOZO"


Hace unos días los resultados de una encuesta regional nos ponía en último lugar en la categoría de “país que menos cumple las leyes”. Cerca de un 90% de peruanos piensa que esa es la realidad, y no se equivoca. Leer eso me causó una extraña risa. No debería reírme, pero me reí. Creo que es el recurso del que no puede hacer nada.

Y días después, el politólogo estadounidense, Steven Levitsky, nos describía como uno de “los estados más disfuncionales de América Latina”. Y ya, por alguna razón, eso no me pareció chistoso. ¿Cómo reírte con un pronóstico tan reservado? En el caso de cualquier paciente enfermo la idea sería encontrar el remedio. Pero ¿dónde está el nuestro? Cada uno tiene su teoría.

Cuando hablé de la encuesta regional en Facebook, varios comentaron. Una amiga periodista se refirió a nuestro lenguaje, diciendo que el tema lo tenemos tan internalizado que incluso separamos por categorías. “El pendejo”, escribió, es el vivo, el que le saca la vuelta a todo. Y el “criollazo” es más que pendejo. Y en ningún caso hay una valoración negativa. Admiramos al que sabe sacarle la vuelta a la norma, y como que esos pequeños triunfos nos convierten en constantes davides ganándole al Goliat-estado…

Alguien más habló de educación. Es verdad, en toda discusión casi siempre se concluye lo mismo: nos faltan toneladas de eso. Sí y no. Para mí, el problema de nuestra esquizofrénica ciudadanía no es por nuestra falta de educación. El problema no somos nosotros, educados o no. Es un problema de autoridad. O de la falta de esta.

En esa misma conversación virtual hablé de los peruanos en el extranjero: toditos se portan bien. O la mayoría. Ahí no hay pendejo ni criollazo. Ahí todos nos portamos bien. Lo sé porque fui un migrante más durante muchos años y veía el comportamiento de mis compatriotas. Verlos manejar bien, pagar sus impuestos, ser solidarios con el vecino, era ejemplar. Lo que pasa es que allá a la autoridad no le importa qué grado de educación tenga yo. Lo único que le importa es que cumpla sus leyes. Y se encarga de decirme, por todos los medios posibles, que esa es la regla principal que tengo que aprender.

Y las empresas, ni qué decir. Este fin de semana leí que una de las mayores empresas inmobiliarias, Imagina, había estado tomando ilegalmente el agua para un proyecto. Agua que, según Sedapal, hubiera beneficiado a 5mil familias. La empresa ha sido multada. Por lo menos ahí hay un resquicio de autoridad.

¿Y el Estado? En la misma cola. Una de sus obligaciones, por ejemplo, es proteger nuestro patrimonio y cada día empresas como Imagina se traen abajo alguna joya de la arquitectura sin que nadie a ese nivel haga nada. Todos se hacen de la vista gorda porque creen que esa es su manera de apoyar el desarrollo. Vaya desarrollo. Lima está de psiquiatra. Pero, ¿qué hacemos? ¿Le damos diván o calabozo?

Publicado en El Comercio: 16/5/2012
Foto: APIC-Cataluña 

No hay comentarios:

Publicar un comentario