viernes, 28 de septiembre de 2012

“LA CIUDAD HISTÓRICA Y LA CIUDAD ANÓNIMA”


Hace unos días estuvo en Lima don Manuel Ramos Medina, director del Centro de estudios históricos de México-Carso, y uno de los asesores del proceso de recuperación urbana del Distrito Federal. Era inevitable comparar nuestras ciudades.

Pero no voy a hablar del Centro Histórico. Eso lo publicaremos estos días en la entrevista que le hice. Con él también hablamos de la presión inmobiliaria y cómo eso había afectado a los distintos barrios de su ciudad. Lo cierto es que en todo sitio los empresarios siempre van a actuar de la misma manera: quieren todo para ellos, cueste lo que cueste.

La diferencia es que en otros lugares tienen un freno: la autoridad municipal. Y un fiscalizador: el ciudadano. En México no fue diferente. Ahí también se destruyó mucho –me dijo Ramos–, pero con el tiempo evolucionó la visión sobre patrimonio (la herencia de los ancestros para pasarla a generaciones futuras) y hoy es muy difícil traerse abajo edificaciones que incluso no tienen ni 100 años.

Y he aquí otro elemento que me ronda la cabeza. Sospecho que cuando hablamos de protección, algunos leen ‘colonial’, o limitado al Centro Histórico, o a lo que tenga sentido solo si sirve para el turismo internacional. Desde esta perspectiva, todo lo que son edificios del siglo XX están ahí para traerse abajo.

Casi como un regalo del tiempo a las inmobiliarias: les separaron ese terreno a la espera de que llegara el siglo XXI para derrumbarlas. Desde esta perspectiva, también, el ciudadano no existe o no vale la pena. Pero fíjense que la mayor parte de los grandes centros del turismo mundial son las bellas ciudades europeas. Son bellas porque hubo dinero para embellecerlas, es cierto.

Pero también por decisión de su gente y sus autoridades. Y lo son no solo para el turista sino, en particular, para la gente que vive ahí. Pero con el panorama que vivimos en Lima, ¿qué tipo de ciudadano es el que se forja cuando lo obligan a ser testigo de la destrucción de su memoria, de su pasado, de su identidad?

Miraflores, que era un distrito que enorgullecía a muchos por su estilo, ha sido tomado por una arquitectura anodina y barata que nunca podrá reemplazar la dignidad de un rancho, la elegancia de una casona o la presencia que, por ejemplo, tuvo la antigua urbanización Leuro. Y no solo es Miraflores.

Abundan, o abundaban, ejemplos de exquisita arquitectura de la primera mitad del siglo XX en distritos como Lince, Breña o Jesús María. ¿Vivir en el pasado? No lo creo. En casi todas las ciudades con algo importante que cuidar se ha respondido a la presión empresarial con reglas claras.

Y eso no es estar en contra del desarrollo. Eso es saber crecer. De repente va llegando la hora de que aquí, como pasó en México y en otras ciudades del continente, empecemos a revisar las reglas de juego. No vaya a ser que despertemos mañana y no sepamos si estamos en Phoenix, Pyongyang o Panamá. Aunque esta última, la podría considerar.

Publicado en El Comercio: 2/5/12
Foto:Tecnológico de Monterrey