viernes, 20 de julio de 2012

“UNA CRUZ QUE MARCÓ LA DIFERENCIA”


Frente al lugar donde me hospedo, en la aldea de Stourton, en Inglaterra, se levanta una hermosa cruz medieval. Estas cruces eran monumentos de forma cónica, de 4 a 5 metros de alto y esculpidos en mármol, generalmente con imágenes religiosas, que fueron levantados en el pasado para recordar momentos específicos.

En la placa se lee que fue construida en 1373 y la razón por la que ahora está emplazada en este lugar: los vecinos y comerciantes de Bristol, la ciudad donde originalmente se levantó, no la querían ahí. La veían como un estorbo para el crecimiento de la ciudad. Un problema de siempre.

Eventualmente, esta pieza la compró el banquero Henry Hoare, en 1765, para colocarla en los jardines de su propiedad campestre, donde todavía se encuentra, para el disfrute de todos. En esa época, todo esfuerzo de protección quedaba en manos de filántropos o el buen gusto o el capricho de alguna gente rica. Y durante mucho tiempo este tema se veía así: como la preocupación de una minoría. Hasta que esa visión cambió.

En este país, por ejemplo, hoy existe una organización como English Heritage, que ve el tema de conservación del legado histórico, ya no en términos del gusto de una minoría, sino como una prioridad del país.

En su página web, esta comisión de edificios históricos y monumentos sostiene que en los últimos 30 años, todo lo concerniente a mantener viva la memoria del pasado pasó a integrarse en los planes de la economía británica, considerando su patrimonio como un importante recurso nacional.

Y esto sucede en un contexto empresarial e inmobiliario similar al que los limeños conocemos bien: la creencia de algunos de que para avanzar hay que destruir. Solo que en Londres esta tensión es más fuerte, ya que hay mucho más dinero en juego. Y, sin embargo, con todas sus reglas y limitaciones en cuanto a temas de patrimonio, quien diría que Londres es una ciudad que está en contra del desarrollo.

Curiosamente, aunque puede haber muchos temas que nos diferencian, tanto los británicos como nosotros somos pueblos orgullosos de nuestra historia y de nuestro legado. Solo que ellos nos llevan una clara ventaja en cómo lidiar con ello e incorporarlos en la vida del país.

“Inglaterra es un país histórico. Nuestra historia está alrededor de nosotros y debajo de nuestros pies. Es el escenario de nuestra vida diaria y le da variedad, carácter y calidad a los lugares donde vivimos y trabajamos”, dice su página web.

Es una cuestión de visión, de voluntad política y de reglas claras. Algunos dirán que los ingleses se pueden dar ese lujo porque son un país rico. Posiblemente sea así. Pero para poner en marcha muchas de estas ideas no se necesitan enormes presupuestos, sino voluntad.

Entonces, la pregunta es qué nos hace falta a nosotros. Por ahora, siempre que puedo, repito esta frase que leí en algún lugar: que mientras el patrimonio en los países ricos es una fuente de ingresos, en los países pobres es una fuente de problemas. ¿Cuándo nos daremos cuenta?

Publicado en El Comercio: 11/4/12
Foto: Stourton, con la cruz-torre a la izquierda. J. Lizarzaburu

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